jueves, 29 de julio de 2010

Samtosha y Svadhyaya cotidiana

Ha sido como abrir las compuertas. Primero un atisbo de desanimo, después una marea de tristeza. Una emoción que nace muy dentro y que se abre paso como un torrente entre las nieves de la cumbre en primavera. No es algo puntual, del momento, sino un madurar lento. No tiene un lugar claro en que se inicia, pero vas descubriendo atisbos, pequeños rastros de su presencia. Está más allá de lo racional y solo lo sientes, no tienes pruebas físicas de su presencia. Pero lo sientes, ¡Dios, si lo sientes!

Es, por tanto, momento de hacer balance, de mirar atrás y adelante, de analizar, de escuchar al corazón, de oír al alma. Está claro que algo no funciona.

¿Me he cansado del yoga?- Es lo primero que pienso, pero no es así. No siento esta sensación cuando hago yoga; o al menos no solo cuando hago yoga.

Rebobinado. Hay que empezar por el principio.

¿Qué siento? Es algo que va más allá del yoga. Tengo muy claro en mi interior que el camino es, hacer siempre lo máximo que se pueda. No ser como las gallinas, que emplean su vida por entero a escarbar la tierra buscando alimento. No puede limitarse a ir del trabajo a casa y viceversa. Tengo aspiraciones. Tengo fe en el camino; creo que el esfuerzo en cada cosa que hago, me hace mejor. Tengo fe en que ese hacerse mejor es acercarse a la Fuente. Estoy convencido que esa Fuente está en mí, porque yo soy reflejo de Ella. Mi práctica es eminentemente interior; espiritual, de búsqueda de mi esencia. Meditación, lectura, estudio, reflexión, atención a mi yo…Tanto es así, que me recuerdo a mí mismo, que el equilibrio está en la vía del medio y que además de lo inmaterial, se debe trabajar lo material, el cuerpo, y me obligo a ir al DIR sabiendo que necesito de una disciplina que no encuentro en la práctica física personal. El cuerpo se queja y me impongo seguir la clase y hacer siempre lo máximo que pueda. Y no me sabe mal, ni me cuesta mentalmente ese esfuerzo físico. Y una vez acabado, siento los beneficios. En el plano interior, siento mi encaje en el camino y estoy feliz de ver ese camino. Quiero recorrerlo y mantengo esa ilusión por avanzar, no para ser mejor (que también), sino para ser más fiel reflejo de Dios, porque estoy convencido que esforzándome en ese sentido, cumplo mi función en este mundo y esta vida. A fin de cuentas, cada uno tiene su misión y a ella se debe. Toda la teoría que podamos conocer, no tiene gran valor si no va acompañada de práctica. La función de la teoría es darnos conocimiento para actuar. Si no es útil, no sirve de nada. Eso lo tengo muy presente y siempre procuro usar esta sabiduría que voy descubriendo para saber que camino he de tomar. Y funciona, veo que las cosas se desarrollan de forma armónica a mí alrededor. Y esto me reconforta y alimenta mi fe para seguir haciendo camino.

¿Si todo es tan fantástico, qué pasa? La respuesta no está fuera, está dentro de mí. ¿Simple y normal envejecimiento del cuerpo que conlleva disminuciones?, ¿limitaciones o minusvalías?, ¿auto engaño?, ¿frustración?, ¿conflictos personales por resolver? Muchas cosas se agolpan en mi mente llamando mi atención. Llevo meses mirando dentro de mí y no alcanzo a iluminar. La felicidad no se traduce en alegría y eso es un síntoma. ¿Acaso me estoy engañando a mí mismo y la aridez llena mi interior como tierra yerma donde nada crece? Hace tiempo que sé que algo no acaba de estar en su lugar, pero aún no he conseguido saber que es.

Hoy lo comentaba con Marian y él me decía que debo cambiar mi práctica, que cuando nos acostumbramos a una cosa necesitamos variarla para que el tedio y la desilusión no nos venzan.

Retomo este escrito ocho meses después y al leerlo me sacude. Cuantas dudas encierra. Y la respuesta estaba implícita. Aceptación y autoindagación. Samtosha y Svadhyaya.

Muchos cambios se van produciendo en la vida y aceptarlos con el corazón no es lo mismo que decir que si. Requiere un tiempo y un periodo de adaptación. La verdadera sabiduría es comprender la existencia. Ilusionarse por los logros personales sin valorarlos en mucho o poco, solo en positivo. Bien o mal, bello o feo, son solo las dos caras de la misma moneda que es siempre subjetiva. La limitación es solo mental, una expectativa frustrada, un deseo inalcanzable. Como humano que soy, y que no ha alcanzado la perfección, he de guardar el duelo por lo que se va. Enterrarlo y dejarlo marchar, y a continuación seguir el camino con fuerzas renovadas.

He acabado el duelo, y ahora me siento bien. He dado un paso más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que lindo escrito! Así es, el Camino no es fácil. A veces solemos caer en la fantasía de la mente, e incluso una practica espiritual acaba convirtiéndose en eso. Lo peor, o quizás, lo mejor, es que al final la realidad se abre a la luz y la desilusión cae ante tus ojos.
Pero es un paso adelante pues nuestra realidad se manifiesta ante nuestros ojos, con todas nuestras limitaciones, nuestros temores, nuestros auto-engaños. Duele, si, y mucho! e incluso te desanima y te pierde, pero al menos, sabemos donde estamos y desde donde tenemos que empezar a caminar.

gracias por tu escrito
te invito a visitar mi blog, lo acabo de estrenar, y cualquier sugerencia experta siempre es bienvenida.

http://diariodeunyogui.wordpress.com/

Muchas gracias
Abhyasi