domingo, 2 de enero de 2011

Fin de año en Sakya Tashi Ling



He empezado el año con Rosa, mi esposa, en el Palau Novella con los monjes budístas del monasterio Sakya Tashi Ling en el corazón del parque natural del Garraf.

Primero una cena en mesas redondas de 9-10 comensales que sirve para relacionarse. Self service con buffets frio y caliente cocinados, preparados y presentados con esmero y amor.



La sadhana empieza alrededor de las once con el ritual de purificación para entrar al año con la petición de nuevos deseos positivos y las uvas de la suerte.


A las doce y media y por video conferencia desde el aeropuerto de Mumbai en India donde se encontraba de camino a Nepal, el lama Jamyang Tashi Dorje Rimpoche, abad del monasterio, pidió oraciones para su maestro el muy venerable Khenpo Appey Rimpoché, fundador de la Sakya University y uno de los pocos seres iluminados que transitaban esta vida, fallecido el día anterior y a cuyas exequias se dirigía.



A continuación transmitió el mantra de la compasión (Chenrezig) y los alrededor de 70 participantes entre monjes, novicios y visitantes iniciamos la recitación del mantra que se prolonga hasta las 6 y media de forma ininterrumpida.

Si estar unos minutos recitando mantras tiene unos efectos, qué no harán seis horas. Cada recitación del mantra dura unos tres minutos y cada participante lleva la cuenta colocando alubias en un cuenco. Al final, se recogen todas las alubias y se cuentan para hacer la ofrenda del trabajo realizado. Una función básica de un monasterio es rezar por la felicidad en el mundo. ¡Cuántas alubias para aliviar el sufrimiento en el mundo!

A continuación, salimos al exterior para plantar junto a plantas aromáticas, los papeles donde habíamos escrito nuestros deseos para el nuevo año. Previamente, dimos las tres vueltas a la estupa.

La estupa es el monumento más importante y tiene una simbología muy clara. Se trata de un monumento funerario destinado a contener reliquias que incorpora en su parte superior cinco peldaños que simbolizan los cinco elementos. En la cima, el sol apoyado sobre una luna creciente son la sabiduría y la compasión. Leones pintados en las cuatro paredes muestran sus patas abiertas hacia el cielo soportando el trono donde se asienta la mente iluminada de Budha. Alrededor, un mala de 108 cilindros de oración circunvala la construcción. Cada cilindro contiene en su interior una oración escrita y al accionarlo, cada vuelta lanza una recitación de la oración. Cuando se circunvala la estupa, se van accionando los 108 cilindros para que las oraciones se esparzan por doquier.


En cada vuelta, cada cilindro que hice rodar tuvo su nombre propio; primero la gente querida, la no querida en la segunda vuelta y en la tercera los que nos son indiferentes.


¿Qué me llevé de esta comunidad y de este encuentro?

  • Me sorprendió encontrar pierna de cordero al horno. ¿Concesión a los visitantes ocasionales? Eso sí, nada alcohólico.
  • La felicidad y la alegría que transmiten todos. Es el concepto que yo tengo de beatitud.
  • La ilusión con la que esperaban la conexión con su maestro desde Mumbai.
  • La energía que conjura toda la comunidad en la liturgia.
  • El deseo de complacer y servir. Karma yoga.
  • Una instrucción: cuando pienses en alguien, no le traigas ante ti visualizándolo, mándale tus deseos, tus bendiciones allá donde esté.
  • Lamenté no encontrar en mí más energía para meditar más intensamente. Siempre me quedo con la impresión de no haber aprovechado todo el potencial que me brinda la ocasión.
  • Encontré muchos puntos de conexión con la ontología budista.
  • Respiré intensamente la atmosfera existente. Como en una respiración yóguica, la sentí llegar hasta el último rincón, deshaciendo nudos, planchando arrugas, rellenando surcos.
  • Aprendí de todos ellos y aprendí de mí en mis actos de esta noche.

Nacía el día cuando acabábamos el ritual, y camino de vuelta, el espectáculo de tonos rojizos del amanecer amenizó nuestro trayecto. La paz viajaba con nosotros.