domingo, 7 de julio de 2013

¿Por quien doblan las campanas?

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Estaba trabajando en casa cuando algo en la tele me ha hecho alzar la mirada. Justo en el momento del canto a san Fermín. Sí, es domingo siete de julio y hoy se realiza el primer encierro en Pamplona. Costumbre tradicional, rito atávico, fiesta grande que despierta emociones intensísimas tanto a favor como en contra. Publicitada mundialmente por Ernest Hemingway, miles de turistas acuden cada año a vivirla. Algo dentro de mí se siente atraído por el espectáculo que se me ofrece y pienso en describir lo que veo, que no lo que es, consciente de que esto no gustará a todo el mundo.
Miles de personas apretujadas en estrechas calles con la intención de correr el encierro. Nervios, caras contraídas por la tensión, pocas risas, la policía conteniendo a los más impacientes. De pronto suena el chupinazo y se abre la puerta de los corrales. La manada de toros y cabestros entra a la calle corriendo alterados y desorientados por el estallido y los gritos de los pastores que les empujan.  No lo saben, pero acaba de empezar el último día de sus vidas. Un toro negro mira a izquierda y derecha mientras corre. Sus sentidos reciben continuos estímulos por el movimiento de los mozos. “Lanza derrotes” explica el comentarista. ¿Es por activa o por pasiva la actitud del toro? ¿Es por instinto agresivo o por estrés? La policía tiene que desalojar a la multitud de gente que se sitúa en la curva de la calle Estafeta. Es el ángulo seguro, pero para uno o dos no para cincuenta, ya que ni queda espacio para que pasen los toros y el que se sitúa en quinta fila no tiene posibilidad de escape y más que embestido será arrollado por la manada.
Sin embargo, no es en estas cosas en las que quedo más desconcertado. La manada se va partiendo y queda un último toro de un bonito color tabaco que a pesar del ambiente frenético, pasa de la carrera al trote y tranquilamente va acercándose a la plaza en el más puro estilo san Fermín, con los mozos citándole para guiarle. De pronto, el toro aminora aún más su trote y se detiene completamente. Envuelto por la gente mira a quienes le rodean, calmadamente gira y observa los desesperados esfuerzos por salir de su alcance de algunos que hasta hace unos segundos le retaban, gira más y contempla a los pastores y el tropel de gente que venía detrás. La gente se empuja para colgarse de las vallas, otros se quedan inmóviles ante él, los más se atropellan mutuamente. La causa del paro es el tapón que han causado las caídas de algunos mozos y que impiden el paso. Cuando por fin se levantan, el paso queda libre y el toro, sin embestir a nadie, continúa su camino hacia la plaza donde se gestará su muerte. No necesitaba ni apuntar, solo con embestir seguro que sus astas encontraban carne, ya que era una pared humana la que le rodeaba. Decía el locutor que era san Fermín con su manto que protege a los mozos.

No puedo dejar de ver la ironía de la situación: ¿Quién se comporta como animal racional y quien como animal irracional? ¿Quién hace del sufrimiento entretenimiento? Sí, ya se; las tradiciones, la costumbre. No se trata de anular la identidad de un pueblo o nación, se trata de conseguir que perduren las tradiciones buenas, no las malas. Para mí y siempre es una opinión subjetiva, son buenas las que hacen sentirse bien y no causan mal. Son malas las que para hacerme sentir bien precisan del mal de otros.
Si no pensara así, seguiría alentando otras tradiciones como ponerle bolas de fuego a un toro, lanzar un carnero desde un campanario, la ablación, los esclavos negros y porque no, los sacrificios humanos. El día que consigamos asimilar que solo somos una parte de la Tierra y no sus dueños, tal vez y solo tal vez, podamos ver todo lo que nos envuelve como parte de nosotros, y solo entonces pensaremos que dañar o matar cualquier cosa viviente es una amputación o un suicido parcial que cometemos sobre nosotros mismos.


Cada vez con mayor intensidad siento una enorme tristeza por constatar que como comunidad, la raza humana, seguimos usando, abusando, arrasando y fagocitando el resto del planeta sin más escrúpulo que nuestra consideración social: el qué dirán. No soy perfecto e intento no ser hipócrita. Cometo muchos errores y yo también abuso del planeta, pero tengo el propósito de intentar mejorar y que mi pisada ecológica disminuya. ¿Cómo no mimar a la madre que me dio la vida? Sé que los encierros continuarán y que habrá quien crea que soy un ignorante o un descastado, pero no por eso dejaré de hacer pública mi opinión. Reclamo amor y respeto.

P.E. Se puede ver todo este encierro en este enlace de