viernes, 29 de octubre de 2010

Carta de Epicuro

Si anteriormente escribía sobre la ataraxia, esta visión clásica desde la prespectiva del hedonismo como ausencia de dolor, nos lleva tambien al placer estable.
En el siglo IV aC. Epicuro escribía esta carta a Meneceo:
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Cuando se es joven, no hay que vacilar en filosofar, y cuando se es viejo, no hay que cansarse de filosofar. Porque nadie es demasiado joven o demasiado viejo para cuidar su alma. Aquel que dice que la hora de filosofar aún no ha llegado, o que ha pasado ya, se parece al que dijese que no ha llegado aún el momento de ser feliz, o que ya ha pasado. Así pues, es necesario filosofar cuando se es joven y cuando se es viejo: en el segundo caso para rejuvenecerse con el recuerdo de los bienes pasados, y en el primer caso para ser, aún siendo joven, tan intrépido como un viejo ante el porvenir. Por tanto hay que estudiar los medios de alcanzar la felicidad, porque, cuando la tenemos, lo tenemos todo, y cuando no la tenemos lo hacemos todo para conseguirla.

Por consiguiente, medita y practica las enseñanzas que constantemente te he dado, pensando que son los principios de una vida bella.

En primer lugar, debes saber que Dios es un ser viviente inmortal y bienaventurado, como indica la noción común de la divinidad, y no le atribuyas nunca ningún carácter opuesto a su inmortalidad y a su bienaventuranza. Al contrario, cree en todo lo que puede conservarle esta bienaventuranza y esta inmortalidad. Porque los dioses existen, tenemos de ellos un conocimiento evidente; pero no son como cree la mayoría de los hombres. No es impío el que niega los dioses del común de los hombres, sino al contrario, el que aplica a los dioses las opiniones de esa mayoría. Porque las afirmaciones de la mayoría no son anticipaciones, sino conjeturas engañosas. De ahí procede la opinión de que los dioses causan a los malvados los mayores males y a los buenos los más grandes bienes. La multitud, acostumbrada a sus propias virtudes, sólo acepta a los dioses conformes con esta virtud y encuentra extraño todo lo que es distinto de ella.

En segundo lugar, acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros, puesto que el bien y el mal no existen más que en la sensación, y la muerte es la privación de sensación. Un conocimiento exacto de este hecho, que la muerte no es nada para nosotros, permite gozar de esta vida mortal evitándonos añadirle la idea de una duración eterna y quitándonos el deseo de la inmortalidad. Pues en la vida nada hay temible para el que ha comprendido que no hay nada temible en el hecho de no vivir. Es necio quien dice que teme la muerte, no porque es temible una vez llegada, sino porque es temible el esperarla. Porque si una cosa no nos causa ningún daño en su presencia, es necio entristecerse por esperarla. Así pues, el más espantoso de todos los males, la muerte, no es nada para nosotros porque, mientras vivimos, no existe la muerte, y cuando la muerte existe, nosotros ya no somos. Por tanto la muerte no existe ni para los vivos ni para los muertos porque para los unos no existe, y los otros ya no son. La mayoría de los hombres, unas veces teme la muerte como el peor de los males, y otras veces la desea como el término de los males de la vida. [El sabio, por el contrario, ni desea] ni teme la muerte, ya que la vida no le es una carga, y tampoco cree que sea un mal el no existir. Igual que no es la abundancia de los alimentos, sino su calidad lo que nos place, tampoco es la duración de la vida la que nos agrada, sino que sea grata. En cuanto a los que aconsejan al joven vivir bien y al viejo morir bien, son necios, no sólo porque la vida tiene su encanto, incluso para el viejo, sino porque el cuidado de vivir bien y el cuidado de morir bien son lo mismo. Y mucho más necio es aún aquel que pretende que lo mejor es no nacer, «y cuando se ha nacido, franquear lo antes posible las puertas del Hades». Porque, si habla con convicción, ¿por qué él no sale de la vida? Le sería fácil si está decidido a ello. Pero si lo dice en broma, se muestra frívolo en una cuestión que no lo es. Así pues, conviene recordar que el futuro ni está enteramente en nuestras manos, ni completamente fuera de nuestro alcance, de suerte que no debemos ni esperarlo como si tuviese que llegar con seguridad, ni desesperar como si no tuviese que llegar con certeza.

En tercer lugar, hay que comprender que entre los deseos, unos son naturales y los otros vanos, y que entre los deseos naturales, unos son necesarios y los otros sólo naturales. Por último, entre los deseos necesarios, unos son necesarios para la felicidad, otros para la tranquilidad del cuerpo, y los otros para la vida misma. Una teoría verídica de los deseos refiere toda preferencia y toda aversión a la salud del cuerpo y a la ataraxia [del alma], ya que en ello está la perfección de la vida feliz, y todas nuestras acciones tienen como fin evitar a la vez el sufrimiento y la inquietud. Y una vez lo hemos conseguido, se dispersan todas las tormentas del alma, porque el ser vivo ya no tiene que dirigirse hacia algo que no tiene, ni buscar otra cosa que pueda completar la felicidad del alma y del cuerpo. Ya que buscamos el placer solamente cuando su ausencia nos causa un sufrimiento. Cuando no sufrimos no tenemos ya necesidad del placer.

Por ello decimos que el placer es el principio y el fin de la vida feliz. Lo hemos reconocido como el primero de los bienes y conforme a nuestra naturaleza, él es el que nos hace preferir o rechazar las cosas, y a él tendemos tomando la sensibilidad como criterio del bien. Y puesto que el placer es el primer bien natural, se sigue de ello que no buscamos cualquier placer, sino que en ciertos casos despreciamos muchos placeres cuando tienen como consecuencia un dolor mayor. Por otra parte, hay muchos sufrimientos que consideramos preferibles a los placeres, cuando nos producen un placer mayor después de haberlos soportado durante largo tiempo. Por consiguiente, todo placer, por su misma naturaleza, es un bien, pero todo placer no es deseable. Igualmente todo dolor es un mal, pero no debemos huir necesariamente de todo dolor. Y por tanto, todas las cosas deben ser apreciadas por una prudente consideración de las ventajas y molestias que proporcionan. En efecto, en algunos casos tratamos el bien como un mal, y en otros el mal como un bien.

A nuestro entender la autarquía es un gran bien. No es que debamos siempre contentarnos con poco, sino que, cuando nos falta la abundancia, debemos poder contentarnos con poco, estando persuadidos de que gozan más de la riqueza los que tienen menos necesidad de ella, y que todo lo que es natural se obtiene fácilmente, mientras que lo que no lo es se obtiene difícilmente. Los alimentos más sencillos producen tanto placer como la mesa más suntuosa, cuando está ausente el sufrimiento que causa la necesidad; y el pan y el agua proporcionan el más vivo placer cuando se toman después de una larga privación. El habituarse a una vida sencilla y modesta es pues un buen modo de cuidar la salud y además hace al hombre animoso para realizar las tareas que debe desempeñar necesariamente en la vida. Le permite también gozar mejor de una vida opulenta cuando la ocasión se presente, y lo fortalece contra los reveses de la fortuna. Por consiguiente, cuando decimos que el placer es el soberano bien, no hablamos de los placeres de los pervertidos, ni de los placeres sensuales, como pretenden algunos ignorantes que nos atacan y desfiguran nuestro pensamiento. Hablamos de la ausencia de sufrimiento para el cuerpo y de la ausencia de inquietud para el alma. Porque no son ni las borracheras, ni los banquetes continuos, ni el goce de los jóvenes o de las mujeres, ni los pescados y las carnes con que se colman las mesas suntuosas, los que proporcionan una vida feliz, sino la razón, buscando sin cesar los motivos legítimos de elección o de aversión, y apartando las opiniones que pueden aportar al alma la mayor inquietud.

Por tanto, el principio de todo esto, y a la vez el mayor bien, es la sabiduría. Debemos considerarla superior a la misma filosofía, porque es la fuente de todas las virtudes y nos enseña que no puede llegarse a la vida feliz sin la sabiduría, la honestidad y la justicia, y que la sabiduría, la honestidad y la justicia no pueden obtenerse sin el placer. En efecto, las virtudes están unidas a la vida feliz, que a su vez es inseparable de las virtudes.

¿Existe alguien al que puedas poner por encima del sabio? El sabio tiene opiniones piadosas sobre los dioses, no teme nunca la muerte, comprende cuál es el fin de la naturaleza, sabe que es fácil alcanzar y poseer el supremo bien, y que el mal extremo tiene una duración o una gravedad limitadas.

En cuanto al destino, que algunos miran como un déspota, el sabio se ríe de él. Valdría más, en efecto, aceptar los relatos mitológicos sobre los dioses que hacerse esclavo de la fatalidad de los físicos: porque el mito deja la esperanza de que honrando a los dioses los haremos propicios mientras que la fatalidad es inexorable. En cuanto al azar (fortuna, suerte), el sabio no cree, como la mayoría, que sea un dios, porque un dios no puede obrar de un modo desordenado, ni como una causa inconstante. No cree que el azar distribuya a los hombres el bien y el mal, en lo referente a la vida feliz, sino que sabe que él aporta los principios de los grandes bienes o de los grandes males. Considera que vale más mala suerte razonando bien, que buena suerte razonando mal. Y lo mejor en las acciones es que la suerte dé el éxito a lo que ha sido bien calculado.

Por consiguiente, medita estas cosas y las que son del mismo género, medítalas día y noche, tú solo y con un amigo semejante a ti. Así nunca sentirás inquietud ni en tus sueños, ni en tus vigilias, y vivirás entre los hombres como un dios. Porque el hombre que vive en medio de los bienes inmortales ya no tiene nada que se parezca a un mortal.
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¿No sigue siendo actual?

jueves, 9 de septiembre de 2010

El santuario de la Virgen de Gracia


“Sembla un somni” exclamé, y me salía del corazón.

El imponente edificio se alza agonizante después de un recodo del camino y aparece sin avisar, de pronto, y con la grandeza que tuvo otrora descolgándosele a jirones. Es como en esos documentales que muestran templos perdidos en la selva india. Aparecen de pronto escondidos tras la vegetación. No están en una meseta despejada, ni en la cima de una montaña. Están al pie del arrollo, en la parte protegida de un valle o al abrigo de una montaña, a cuya falda parecen encaramar su espalda.

Nos lo habían avisado las gentes del lugar: hay varios kilómetros de pista forestal en no muy buen estado; en otro tiempo era un centro notable en la comarca; la atmosfera que se respira es especial.

El santuario de la Virgen de Gracia de La Fresneda (Teruel).

Del conjunto del siglo XVIII, quedan las paredes de carga del edificio de la hostería, rectangular de cuatro plantas, construida con bloques de piedra, y los muros perimetrales de la iglesia, de tres naves y cabecera recta, al final de la cual está el camarín de la Virgen. La construcción es de mampostería decorada en su interior en estilo barroco clásico y seguramente con bóvedas de cañón ya desaparecidas, incorporando la cantería solo en la fachada, de dos cuerpos, el inferior de orden jónico y el superior de orden corintio.



Nada extraordinario hasta aquí; hay bastantes muestras de devoción esparcidas por España como para designar esta como mayor o mejor que otras.

El sueño es que el camino que seguimos se va adentrando en el bosque entre montañas, y que no vimos a nadie en él. Llegamos al santuario y nos recibía la naturaleza, y en ella, fundida en simbiosis perfecta, adentrándose en la roca algunos edificios, colonizados los interiores por la foresta, nacía la construcción.

“Sembla un somni”, y desde este momento, era sentir y experimentar. Ese silencio lleno de los sonidos del viento, los pájaros, las cigarras y sin dejar por eso de ser silencio. El sol, el aire, los olores…Esa energía que flotaba en el aire, que se intensificaba al entrar entre las paredes de la iglesia, frente al camarín de la Virgen. La sensación de armonía que nos embargaba. Hacía mucho calor, pero bajo los pinos nos instalamos y a su sombra gozamos de la brisa.

Estuvimos varias horas allí, sin hacer nada, pero haciendo mucho y sobretodo, experimentando emociones. Comimos, andamos, meditamos, hablamos del esfuerzo que había costado erigir este monumento a la Virgen de Gracia con los medios del siglo XVIII en tan remoto lugar, de la vida que llevaba la comunidad religiosa que atendía al culto y me vino a la cabeza aquella frase:

Los lugares mágicos no se escogen, solo se descubren

jueves, 29 de julio de 2010

Samtosha y Svadhyaya cotidiana

Ha sido como abrir las compuertas. Primero un atisbo de desanimo, después una marea de tristeza. Una emoción que nace muy dentro y que se abre paso como un torrente entre las nieves de la cumbre en primavera. No es algo puntual, del momento, sino un madurar lento. No tiene un lugar claro en que se inicia, pero vas descubriendo atisbos, pequeños rastros de su presencia. Está más allá de lo racional y solo lo sientes, no tienes pruebas físicas de su presencia. Pero lo sientes, ¡Dios, si lo sientes!

Es, por tanto, momento de hacer balance, de mirar atrás y adelante, de analizar, de escuchar al corazón, de oír al alma. Está claro que algo no funciona.

¿Me he cansado del yoga?- Es lo primero que pienso, pero no es así. No siento esta sensación cuando hago yoga; o al menos no solo cuando hago yoga.

Rebobinado. Hay que empezar por el principio.

¿Qué siento? Es algo que va más allá del yoga. Tengo muy claro en mi interior que el camino es, hacer siempre lo máximo que se pueda. No ser como las gallinas, que emplean su vida por entero a escarbar la tierra buscando alimento. No puede limitarse a ir del trabajo a casa y viceversa. Tengo aspiraciones. Tengo fe en el camino; creo que el esfuerzo en cada cosa que hago, me hace mejor. Tengo fe en que ese hacerse mejor es acercarse a la Fuente. Estoy convencido que esa Fuente está en mí, porque yo soy reflejo de Ella. Mi práctica es eminentemente interior; espiritual, de búsqueda de mi esencia. Meditación, lectura, estudio, reflexión, atención a mi yo…Tanto es así, que me recuerdo a mí mismo, que el equilibrio está en la vía del medio y que además de lo inmaterial, se debe trabajar lo material, el cuerpo, y me obligo a ir al DIR sabiendo que necesito de una disciplina que no encuentro en la práctica física personal. El cuerpo se queja y me impongo seguir la clase y hacer siempre lo máximo que pueda. Y no me sabe mal, ni me cuesta mentalmente ese esfuerzo físico. Y una vez acabado, siento los beneficios. En el plano interior, siento mi encaje en el camino y estoy feliz de ver ese camino. Quiero recorrerlo y mantengo esa ilusión por avanzar, no para ser mejor (que también), sino para ser más fiel reflejo de Dios, porque estoy convencido que esforzándome en ese sentido, cumplo mi función en este mundo y esta vida. A fin de cuentas, cada uno tiene su misión y a ella se debe. Toda la teoría que podamos conocer, no tiene gran valor si no va acompañada de práctica. La función de la teoría es darnos conocimiento para actuar. Si no es útil, no sirve de nada. Eso lo tengo muy presente y siempre procuro usar esta sabiduría que voy descubriendo para saber que camino he de tomar. Y funciona, veo que las cosas se desarrollan de forma armónica a mí alrededor. Y esto me reconforta y alimenta mi fe para seguir haciendo camino.

¿Si todo es tan fantástico, qué pasa? La respuesta no está fuera, está dentro de mí. ¿Simple y normal envejecimiento del cuerpo que conlleva disminuciones?, ¿limitaciones o minusvalías?, ¿auto engaño?, ¿frustración?, ¿conflictos personales por resolver? Muchas cosas se agolpan en mi mente llamando mi atención. Llevo meses mirando dentro de mí y no alcanzo a iluminar. La felicidad no se traduce en alegría y eso es un síntoma. ¿Acaso me estoy engañando a mí mismo y la aridez llena mi interior como tierra yerma donde nada crece? Hace tiempo que sé que algo no acaba de estar en su lugar, pero aún no he conseguido saber que es.

Hoy lo comentaba con Marian y él me decía que debo cambiar mi práctica, que cuando nos acostumbramos a una cosa necesitamos variarla para que el tedio y la desilusión no nos venzan.

Retomo este escrito ocho meses después y al leerlo me sacude. Cuantas dudas encierra. Y la respuesta estaba implícita. Aceptación y autoindagación. Samtosha y Svadhyaya.

Muchos cambios se van produciendo en la vida y aceptarlos con el corazón no es lo mismo que decir que si. Requiere un tiempo y un periodo de adaptación. La verdadera sabiduría es comprender la existencia. Ilusionarse por los logros personales sin valorarlos en mucho o poco, solo en positivo. Bien o mal, bello o feo, son solo las dos caras de la misma moneda que es siempre subjetiva. La limitación es solo mental, una expectativa frustrada, un deseo inalcanzable. Como humano que soy, y que no ha alcanzado la perfección, he de guardar el duelo por lo que se va. Enterrarlo y dejarlo marchar, y a continuación seguir el camino con fuerzas renovadas.

He acabado el duelo, y ahora me siento bien. He dado un paso más.

jueves, 22 de julio de 2010

La novia de Corinto

Este poema escrito por Wolfgang Goethe en 1797 me ha maravillado. En él critica la nueva religión que compara con una planta venenosa.

Procedente de Atenas, a Corinto

llegó un joven que nadie conocía.

Y a ver a un ciudadano dirigióse,

amigo de su padre, y diz que habían

ambos viejos la boda concertado,

tiempos atrás, del joven con la hija

que el cielo al de Corinto concediera.

-

Pero es sabido que debemos caro

pagar toda merced que nos otorguen.

Cristianos son la novia y su familia;

cual sus padres, pagano es nuestro joven.

Y toda creencia nueva, cuando surge,

cual planta venenosa, extirpar suele

aquel amor que había en los corazones.

-

Rato hacía ya que todos en la casa,

menos la madre, diéranse al reposo.

Solícita recibe aquella al huesped

y lo lleva al salón más fastuoso.

Sin que él lo pida bríndale rumbosa

vino y manjares, exquisito todo,

y con un "buenas noches" se retira.

-

No obstante ser selecto el refrigerio,

apenas si lo prueba el invitado;

que el cansancio nos quita toda gana,

y vestido en el lecho se ha tumbado.

Ya se durmió... Pero un extraño huésped,

por la entornada puerta deslizándose,

a despertarlo de improviso viene.

-

Abre los ojos, y al fulgor escaso

de la lámpara mira una doncella

que cauta avanza, envuelta en blancos velos;

ciñen su frente cintas aurinegras.

Al ver que la han visto

levanta asustada

una blanca mano la sierva de Cristo.

-

--¿Cómo --exclama--, acaso una extraña soy

en mi hogar, que nada del huesped me dicen?

¡Y hacen que de pronto me acometa ahora

sonrojo terrible!

Sigue reposando

en ese mi lecho,

que yo a toda prisa el campo despejo.

-

--¡Oh, no te vayas, linda joven! --ruega

el joven, que de el lecho salta aprisa--.

Gusté de Baco y Ceres las ofrendas,

pero tú el amor traes, bella corintia.

¡Pálida estás del susto!

¡Ven junto a mí, y veremos

cuán benignos los dioses son y justos!

-

--¡No te acerques a mí, joven! ¡Detente!

¡Vedada tengo yo toda alegría!

Que estando enferma hizo mi madre un voto

que cumple con severa disciplina.

Naturaleza y juventud --tal dijo--,

al cielo en adelante

habrán de estarle siempre sometidas.

-

Y de los dioses el tropel confuso

de nuestro hogar al punto fue proscrito.

Sólo un Dios invisible hay en el cielo,

el que en la cruz nos redimiera, Cristo.

Sacrificios le hacemos,

mas no bueyes y toros son las víctimas,

sino lo más preciado y más querido.

-

Pregunta el joven, ella le contesta,

y él cada frase en su interior medita

--¿Pero es posible tenga aquí delante;

solos los dos, mi bella prometida?

¡Entrégate a mis brazos sin recelo!

¡Nuestra unión, que juraron nuestros padres,

juzgar puedes por Dios ya bendecida!

-

--¡No me toques, que a Cristo por esposa

destinada me tienen! Dos hermanas

me quedan..., tuyas sean...; yo soy del claustro;

sólo te pido de esta desdichada

alguna vez te acuerdes en sus brazos,

que yo en ti pensaré mientras la tierra

tarde --no será mucho-- en darme amparo!

-

--¡No! ¡A la luz de esta antorcha juraremos

cumplir de nuestros padres la promesa!

No dejaré te pierdas para el goce,

no dejaré que para mí te pierdas.

¡A la casa paterna he de llevarte!

¡Ahora mismo la fecha convengamos

en que ha nuestro himeneo de celebrarse!

-

Truecan muy luego prendas de amor fiel;

rica cadena de oro ella le entrega;

rica copa de plata de un trabajo

sin par él brinda a la sin par doncella

--Tu cadenilla no me vale;

dame mejor, amada,

un rizo de tu pelo incomparable.

-

De los fantasmas en aquel momento

suena la hora, en tanto que dichosos

ellos se sienten, y el oscuro vino

se brindan mutuamente, y con sus pálidos

labios sorbe la novia el vino rojo.

Pero del pan que con amor le ofrecen,

abstiénese --y es raro--

de probar tan siquiera un parvo trozo.

-

En cambio, al joven bríndale la copa,

que él ansioso y alegre luego apura.

¡Oh qué feliz se siente en aquel ágape!

¡Del amor hambriento estaba y de ternura!

Mas, sorda a sus ruegos,

ella se resiste

hasta que él, llorando, se echa sobre el lecho.

-

Acércase ella entonces; se arrodilla.

--¡Cuánto verte sufrir me da congoja!

Per toca mi cuerpo, y con espanto

advertirás lo que calló mi boca.

¡Cual la nieve blanca,

cual la nieve fría,

es la que elegiste por tu esposa amada!

-

Con juvenil, con amoroso fuego,

estréchala él entonces en sus brazos.

--Yo te daré calor --dice--, aunque vengas

del sepulcro que hiela con su abrazo.

¡Aliento y beso cambiemos

en amorosa expansión!

¡Un volcán es ya tu pecho!

-

Préndelos el amor en firme lazo.

Lágrimas mezclan a su goce ardiente.

De un amado en la boca fuego sorbe

ella, y los dos a nada más atienden.

Con su fuego el joven

la sangre le incendia;

¡mas ningún corazón palpita en ella!

-

Por el largo pasillo, a todo esto,

la dueña de la casa se desliza;

detiénese a escuchar junto a la puerta,

y aquel raro rumor la maravilla.

Quejas y suspiros

de placer percibe;

¡los locos extremos del amor compartido!

-

Inmóvil junto al quicio permanece

la sorprendida vieja, y a su oído

llega el eco de ardientes juramentos

que su senil pudor hieren de fijo.

--¡Quieto, que el gallo cantó!

--¡Pero mañana a la noche!...

--¡Vendré, no tengas temor!

-

No puede ya la vieja contenerse;

la harto sabida cerradura abre.

--¿Quién es la zorra --grita-- en esta casa

que al extranjero así se atreve a darse?

¡Fuera de aquí, en seguida!

Mas, ¡oh, cielos!, al punto reconoce

al fulgor de la lámpara a su hija.

-

De encubrir trata el frustrado joven

a su adorada con su propio velo,

o con aquel tapiz que a mano halla;

pero ella misma saca, altiva, el cuerpo.

Y con psíquica fuerza,

con un valor que asombra,

larga y lenta en el lecho se incorpora.

-

--¡Oh, madre! ¡Madre! --exclama--, ¿de este modo

esta noche tan bella me amargáis?

De este mi tibio nido, mi refugio

sin pizca de piedad ¿a echarme váis?

¿Os parece poco llevarme al sepulcro

al lograr apenas la flor de mis años?

-

Mas del sepulcro mal cerrado un íntimo

impulso liberóme; que los cantos

y preces de los curas, que acatáis,

para allí retenerme fueron vanos.

Contra la juventud, ¡agua bendita

de nada sirve, madre!

¡No enfría la tierra un cuerpo en que amor arde!

-

Mi prometido fuera ya este joven

cuando aún de Venus los alegres templos

erguíanse victoriosos. ¡La palabra

rompisteis por un voto absurdo, tétrico!

Mas los dioses no escuchan

cuando frustrar la vida de su hija

una madre cruel y loca jura.

-

Por vindicar la dicha arrebatada

la tumba abandoné, de hallar ansiosa

a ese novio perdido y la caliente

sangre del corazón sorberle toda.

Luego buscaré otro

corazón juvenil,

y así todos mi sed han de extinguir.

-

--¡No vivirás, hermoso adolescente!

¡Aquí consumirás tus energías!

¡Mi cadena te di; conmigo llevo

un rizo de tu pelo en garantía!

¡Míralo bien! ¡Mañana tu cabeza

blanca estará,

y tu cara, al contrario, estará negra!

-

Ahora, mi postrer ruego, ¡oh, madre! escucha:

¡Una hoguera prepara, en ella arroja

en sus llamas descanso al que ama, ofrece!

Cuando salte la chispa

y el escoldo caldee,

a los antiguos dioses tornaremos solícitas

sábado, 10 de julio de 2010

Ataraxia la paz del alma

Hay días espantosos en los que la felicidad parece imposible. Bueno.

Y luego hay días maravillosos en los que la felicidad es la evidencia. Bueno.

Pero, en definitiva: no todos los días vemos arder nuestra casa, ni descubrimos en nosotros una enfermedad incurable, ni perdemos a nuestro mejor amigo.

Tampoco todos los días vivimos el comienzo de un nuevo amor.

De cada diez días que vivimos, nueve son medianos. Pero resulta que estos días objetivamente medianos los vivimos como subjetivamente mediocres. Somos desdichados por no ser felices. Es el purgatorio, pero sin salida. Nos construimos así el infierno que nos merecemos.

¿El paraíso? Sería lo contrario: ser feliz por no ser desdichado. No se trata pues de un paraíso, sino de una felicidad relativa y real: la felicidad de cada día, la felicidad cotidiana.

Esta felicidad no sería negativa: le corresponde la positividad de ser y amar lo que es. Los griegos la llamaban ataraxia, ausencia de perturbación. La palabra es negativa, la realidad no. Lo que es negativo es la perturbación. Vencerla es afirmar una potencia positiva, con la que el sabio puede hacer frente a todo, incluso a lo peor… La tarea es difícil, y la felicidad, urgente.

La ataraxia es la paz del alma. Sirve también en la guerra. Pero imprudente será quien aguarde a las primeras bombas.

Fragmento de Sobre el cuerpo, André Comte-Sponville

domingo, 27 de junio de 2010

Marian me pincha y 2

Os pido perdón. A Marian en primer lugar; a los demás a continuación. Hablábamos de Karma, y karma yoga obliga, y ahora debo dar. Lo sé y lo olvidé. No comprendí lo que se esperaba de mí más allá de la aparente solicitud. “Habla del libro”, era solo el pretexto. Por eso os pido perdón. Del libro haré un resumen en breve. Cuando sea capaz de comprenderlo.
Es cierto que por imposiciones físicas, mis frases no pueden tener más de cuatro o cinco palabras, mi ritmo es lento, mi tono no contiene agudos y que me supone mucho esfuerzo hacerme oir, pero también es cierto que en ocasiones, me escudo tras estas limitaciones, y no lucho tanto como podría. Por otra parte, soy lento en mis razonamientos, poco dado a emitir juicios prematuros y suelo dejar acabar a quien expone un argumento. Esto produce que la conversación, en ocasiones, corra más que yo y digamos que “pierda la vez”.
Por tanto, ahora me explico.
1.- Decía Marian que hemos de llegar a un punto tal que el ego crezca hasta “estallar para desintegrarse”, y me sentí como si de golpe me hubiesen recolocado en un lugar mucho más retrasado de mi evolución.
Yo que pretendo tener menos ego, ¿estaré avanzando en sentido contrario?
¿O ya he llegado a este punto y he dejado atrás el ego? (¡Y yo sin enterarme!)
¿Todavía está por crecer mi ego? (¡Dios, no!)
Con frecuencia en momentos así, con ayuda de la meditación, me sumerjo en mi interior en busca de la respuesta. Como en un sueño, durante años era yo y no había nada más. Uno no puede menos que sorprenderse al verse en un pasado no tan lejano y con unas actitudes que ahora se me antojan absurdas. Las recuerdo y las comprendo, pero ahora no puedo identificarme con ellas. Han quedado atrás. Siempre tengo la sensación de que yo, en mi vida, he quemado etapas a una velocidad mayor de lo normal. Empecé a trabajar todavía niño, descubrí los entresijos del sexo casi impúber, coche, casado muy joven, tuve hijas muy pronto, empresario, vasectomía con 27 años, separado con 28. Cometí muchos excesos y ahora al verlo, encuentro mis actos sin conciencia, sin madurez. A los 42 tuve las enfermedades típicas a partir de los 50, y con 47 estaba jubilado. ¿Ya está, ya se ha acabado? No. Nada de eso. Te planteas las cosas más allá de ti mismo. Más allá del ego. Por eso, creo poder decir:
No se trata de ego (demasiado), Marian, ni que me crea inútil (poco), sino que soy exigente conmigo y consecuentemente, no me veo preparado o cualificado. Luego lo razono y comprendo, y así me lo explico; que puedo dar mucho aun sin estar preparado. Es llevar a cabo karma yoga, es acción desinteresada; no es querer para mí, ni no querer dar. Es hacer algo que me cuesta mucho, para bien de los demás. Yo me quedaría siempre escuchando, aprendiendo de los demás, y eso sería asteya. Solo tomar, sin dar. No hago un trabajo para ser el mejor, el más fuerte, el más sabio, ni tan solo para alcanzar la iluminación. Trabajo para ser mejor, sin poner plazo a este mejorar. Trabajar siempre porque nunca se llega a la meta. Creer que se ha llegado es equivocarse. Si todavía te preguntas si has llegado, es que no has abandonado todo; que no has llegado.
2.- Respecto a la necesaria relación entre práctica y teoría, es interesante saber lo que la filosofía dice relacionado con el proceso de la adquisición del conocimiento.
En "la crítica de la razón pura" (1781), Immanuel Kant expuso unas ideas, que daban un giro enorme a la epistemología del conocimiento al romper con el racionalismo y el empirismo, que centraban el conocimiento en la razón y en el objeto (el QUE), y se centró en como adquirimos ese conocimiento (el COMO). Suponía que la mente modifica la realidad conocida. Espacio y tiempo son reales solo en la mente como intuiciones con que medir y valorar las percepciones. Estas intuiciones permiten formular juicios a priori y obtener sensaciones. Hay además un número de conceptos que junto con las intuiciones se usan para elaborar juicios sobre percepciones que de otro modo quedarían vacías. Según Kant, el conocimiento requiere razón (forma a priori, independiente de la experiencia) e impresiones (materia, para no quedar vacía). Sin forma, las impresiones serían ciegas; sin impresiones, las formas serían vacías. Las ideas de razón pura (Dios, alma, universo) quedan vacías porque tenemos las formas pero no las impresiones. La mente forma su realidad tomando las percepciones de los sentidos y confrontándolas con un conocimiento innato que poseemos y con las impresiones que nuestra experiencia anterior ha ido formando. No hay una sola realidad universal, sino un conjunto de realidades subjetivas.
3.- El mundo que conocemos, todo lo que es materia, está en continuo movimiento. Todo está interrelacionado. Todo es consecuencia de algo y causa a su vez de algo. Yo creo que pensar que un suicidio es especialmente terrible, es darle mucha importancia a la vida, como si fuese el fin en si misma. Al mismo tiempo, es obviar que nadie se mata sin motivos. Hay unas causas, internas y externas, que producen unas consecuencias. La mente nos juega malas pasadas y creemos que lo que socialmente está admitido o denostado es lo único a tener en cuenta. La vida es un don, pero no debemos apegarnos a ella. Tiene una utilidad, pero no es el fin en si misma. No comparto la idea del suicidio, pero no por ello dejo de reconocer que la desesperación, el deseo de huida, la falta de ilusiones, el desequilibrio psíquico u otras causas pueden llevar a alguien hasta este extremo. Y en si mismo, no es algo diferente a otro tipo de muertes, en lo que se refiere al orden universal. Tenemos muchos ejemplos de sabios que no han dado la más mínima importancia a la vida (a su vida) o que han llegado, como el príncipe Satta, incluso a ofrecerse de alimento a una hembra de tigre demasiado hambrienta para alimentar a sus cachorros. Estamos en una época en que el individuo es lo más importante, pero no tenemos por qué estar de acuerdo con este individualismo. Si creemos en la reencarnación, no podemos pensar que una vida es tan importante, pues solo es una etapa más. Eso no quiere decir que podamos malgastarla, al igual que no debemos malgastar los recursos de la Tierra. Cada acto debe tener una finalidad.
4.- Respecto a los diferentes cuerpos y al karma, en breve el comentario del libro, que creo hablará más y mejor que yo.