sábado, 10 de julio de 2010

Ataraxia la paz del alma

Hay días espantosos en los que la felicidad parece imposible. Bueno.

Y luego hay días maravillosos en los que la felicidad es la evidencia. Bueno.

Pero, en definitiva: no todos los días vemos arder nuestra casa, ni descubrimos en nosotros una enfermedad incurable, ni perdemos a nuestro mejor amigo.

Tampoco todos los días vivimos el comienzo de un nuevo amor.

De cada diez días que vivimos, nueve son medianos. Pero resulta que estos días objetivamente medianos los vivimos como subjetivamente mediocres. Somos desdichados por no ser felices. Es el purgatorio, pero sin salida. Nos construimos así el infierno que nos merecemos.

¿El paraíso? Sería lo contrario: ser feliz por no ser desdichado. No se trata pues de un paraíso, sino de una felicidad relativa y real: la felicidad de cada día, la felicidad cotidiana.

Esta felicidad no sería negativa: le corresponde la positividad de ser y amar lo que es. Los griegos la llamaban ataraxia, ausencia de perturbación. La palabra es negativa, la realidad no. Lo que es negativo es la perturbación. Vencerla es afirmar una potencia positiva, con la que el sabio puede hacer frente a todo, incluso a lo peor… La tarea es difícil, y la felicidad, urgente.

La ataraxia es la paz del alma. Sirve también en la guerra. Pero imprudente será quien aguarde a las primeras bombas.

Fragmento de Sobre el cuerpo, André Comte-Sponville

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