jueves, 30 de julio de 2009

Examen de julio (compasión)

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Tozuda, una y otra vez, la vida nos lleva a nuestro destino o nos pone la lección que toca sin que podamos saltárnosla. Así podría definir lo que viví ayer miércoles.
El martes, viajando en autobús, al pasar por un cruce vislumbré, durante los breves segundos que tarda en rebasarlo, el resultado de un atropello. Una anciana yacía en el suelo ante un autocar parado en medio de la calle. Un hombre, de espaldas a ella hablaba por su móvil, supongo, llamando a una ambulancia. Desde la acera, la gente miraba expectante. Los coches parados, esperaban. Nadie se movía, solo la anciana en el suelo parecía hacer intentos para levantar la cabeza.
La escena me impactó. La mujer estaba sola tirada en medio de la calle y nadie se acercaba. Nadie la tranquilizaba, la ayudaba, la protegía del sol. Estaba sola tirada sobre el asfalto como abandonada, mientras la gente miraba inmóvil.
Pensé que se debería hacer mucho más por ella. Taparle el sol que sofoca en estas fechas a pleno mediodía, consolarla, tranquilizarla mientras llegan los socorros, acomodarle la cabeza.
No habían pasado 24 horas cuando circulando justo en el cruce de General Mitre con Vía Augusta una furgoneta que venía en sentido contrario invadió el carril izquierdo por donde circulaba una moto que a causa de esto cayó. Tuve que frenar bruscamente para evitar que moto y motorista acabaran bajo mis ruedas. El hombre, de unos treinta y tantos, rodó de costado y quedó casi junto a mi rueda. Durante un segundo, por mi mente pasó ese insecto que anida en mi corazón diciendo: vaya, tendremos que hacer algo, no puedes irte sin más, que sería lo más cómodo. Salí y junto con el ocupante de otro coche apartamos la moto, comprobamos su estado. Una mujer llamaba a la ambulancia. Tenía un fuerte golpe en la rodilla y toda la parte izquierda rozada con la mano ya hinchada. Fue saliendo del shock y le hicimos comprobar si podía mover las articulaciones mientras le manteníamos recostado en el suelo. Viendo que no había daños graves y que solo parecía tener un dedo roto, le animamos diciéndole que ya tenía una batallita que contar. Pasados unos minutos, incluso pudo levantarse. Hubo el natural nerviosismo, pero no ansiedad o histeria. Hicimos lo que había que hacer. La ambulancia llegó en menos de 10 minutos y dejándole en manos de los médicos me despedí de él y seguí camino.
Cuando todo hubo pasado, fue cuando pude pensar y darme cuenta que la vida ante mi comentario del día anterior, me había dicho: ¿Te parece que puede hacerse mejor?, pues a ver como lo haces tú ahora.

lunes, 27 de julio de 2009

Meditación con los ojos abiertos

El sábado pasado hice una meditación con los ojos abiertos. Estaba en la terraza de la casa en Ciutadilla y acababa de hacer una sesión de asanas. Eran poco más de las ocho y media de la tarde, el sol ya se acercaba a su lecho para pasar la noche y soplaba una brisa de levante (marinada por estas tierras) que movía las hojas de los árboles como si fuesen las olas del mar y hacía la temperatura muy agradable.
No fue una cosa meditada. Después de la relajación me senté en vajrasana y quedé de frente a la montaña y las hojas mecidas por el viento. Quedé prendido de ese movimiento de tal forma que mis ojos miraban fijo al movimiento sin ver el detalle. Toda la belleza de la naturaleza entraba por mis ojos fijos como ventanas abiertas a ese espectáculo. Mi mente procesaba las informaciones que entraban de los cinco sentidos y todas eran agradables. Las percepciones eran muy nítidas y me sentía como el espectador que ve como se desarrolla algo sin tomar parte, pero sintiendo la paz que casi siempre desprende el campo.
Ese estado me llevó a pensar en quien era capaz de generar todo esto que vemos. De donde ha salido esta materia con tan fantástica disposición. ¿Cómo será quien de una ínfima parte de él ha creado todo esto? ¿Por qué lo ha creado?¿Qué espera de mí?¿Cual es mi lugar?
Muchas veces la contemplación de la naturaleza me produce impresiones intensas que me llevan a estados de pensamiento autónomo. Dificil de definir, es como si uno no fuese quien lleva las riendas a pesar de tenerlas en la mano, el caballo anda o se para, gira o retrocede sin que uno mueva las riendas. Así se mueve el pensamiento, y eso me hace suponer que debe ser lo que denominan la conciencia testigo. Los pensamientos pasan sin que uno intervenga en su creación, solo los ve pasar.
Me sentía parte de todo esto ya que todo y todos somos un reflejo, una misma emanación de ese “Algo-Alguien” y esta convicción me hacía ver como un igual con el resto de la creación.
Muchas ideas parecidas que no sabría reproducir con exactitud circularon por mi mente hasta que la molestia de la postura me hizo terminar la meditación, que ya duraba bastante rato por como se quejaban las rodillas, siendo consciente de lo que había pasado.

martes, 21 de julio de 2009

Más sobre el ego

161.- Solo cuando el ego es destruido, uno deviene un Devoto; solo cuando el ego es destruido, uno deviene un Jñani; solo cuando el ego es destruido, uno deviene Dios; y solo cuando el ego es destruido, brilla la Gracia. Puesto que el ego es la raíz de todo orgullo, el ego es la única obstrucción a que seamos un esclavo y un servidor de Dios verdaderamente humilde, y, por consiguiente, su aniquilación es el único signo verdadero de un Bhakta [Devoto] o Karma Yogui real.

Puesto que el ego mismo es la raíz y la forma primordial de la ignorancia, solo su aniquilación es el Supremo Jñana. Puesto que el ego [i.e., la sensación «yo soy el cuerpo»] es la causa de la sensación de separación de Dios, solo su aniquilación es el verdadero Yoga [i.e., unión con Dios]. Puesto que el ego es la raíz y la forma primordial de la infelicidad, su aniquilación es la única manifestación verdadera de la Gracia. Así se muestra que la meta de todos los cuatro Yogas es la aniquilación del ego.

162.- Solo el que ha destruido el ego es el verdadero Sannyasin y el verdadero Brahmin; pero, es difícil ciertamente la completa destrucción del pesado fardo del ego emprendida por aquellos Sannyasins que sienten «Yo pertenezco al ashrama más alto» y por aquellos Brahmines que sienten «Yo pertenezco a la casta más alta».

El verdadero Sannyasa es la renunciación del ego y la verdadera Brahmineidad es la realización del Brahman [i.e., el Sí mismo], y así las dos palabras, Sannyasin y Brahmin, significan «el que ha destruido el ego». Pero como los ashramas [los órdenes de la vida] y los varnas [las castas] pertenecen solo al cuerpo; solo aquellos que se identifican con sus cuerpos pueden sentir que ellos pertenecen al ashrama más alto [conocido como Sannyasa] o el varna más alto [conocido como Brahmineidad]. Tales sentimientos crean naturalmente orgullo y fortalecen el ego, y, por consiguiente, cuanto más alto es el ashrama o el varna, tanto más pesado es el fardo del ego, y tanto más difícil es su erradicación.

163 El que ve otreidad y multiplicidad no puede devenir un Parppan debido meramente a que haya aprendido los cuatro Vedas. Pero el que ve su propia muerte [la muerte de su ego] es el verdadero Parppan; el otro [i.e., la casta Brahmin], al ser desdeñado por el Sabio, está interiormente avergonzado.

Michael James: Parppan significa literalmente «un veedor», es decir, uno que conoce la Verdad, pero se usa comúnmente para significar la casta Brahmin.

164 La completa erradicación del ego es ciertamente muy difícil cuando incluso en el caso de Kannappa, cuyo amor por el Señor Shiva era tan grande que arrancó sus propios ojos y los plantó en la cara del Señor, éstos habían permanecido [hasta ese momento] como un rastro del apego al cuerpo [i.e., de ego] en la forma de su orgullo tocante a sus bellos ojos brillantes.

165 La gloria real de la Bhakti de Shiva es la salvación del devoto de la condena causada por el engaño «Yo soy este sucio cuerpo». Ésta es la razón por la que Shiva aceptó los ojos de Kannappa cuando él se los ofreció.

Textos procedentes del GURU VACHAKA KOVAI - obra de Sri MURUGANAR, [con comentarios de Sri Sadhu OM] sobre las enseñanzas de Bhagaván Sri RAMANA MAHARSHI, Ignitus ediciones.

miércoles, 15 de julio de 2009

Mi ego

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El ego es una herramienta que usamos para defendernos en este mundo.
¿Es bueno? Para mí muy conveniente casi imprescindible para sobrevivir. Pero no, no es bueno. Es una invención para separarnos de los demás y justificar cualquier acto. Primero soy yo.
Cuando nace un bebé, no tiene consciencia del propio cuerpo, no tiene yo. Es parte de todo. Es mérito de nuestra cultura conseguir poco a poco transformar esa visión inocente hasta adaptarla al mundo. En lugar de cambiar el mundo, cambiamos a las personas. El bebé tiene que aprender que él es una parte independiente en el mundo.
Irónicamente, cuando ya lo tiene aprendido y asumido como propio, deberá dedicar grandes esfuerzos a erradicar esa idea de su mente y recuperar el estado en que nació, sabiéndose parte inseparable de un todo.
No quiero confundir pues la necesidad con el derecho. El ego es como el hermano mayor que me saca de todos los atolladeros. Es el Gollum de Smeagol en El Señor de los Anillos reclamando “mi tesorooo”. Es útil para la lucha, atesorar, robar... Para mí, es impuro.
En este mundo hay lobos y corderos, halcones y palomas. Tengo que decidir que quiero ser sabiendo que es muy duro ser paloma o cordero. Los lobos se me comerán y mi ego se revela. Se lo llevarán todo y el ego dirá: “¿y ahora qué?. Déjame a mí y verás como recupero cosas”. Si cedo a él, ya no seré más que un lobo más. Solo eso puede darme el ego: cosas materiales.
Cuando hago una acción, el ego reclama su momento de gloria diciendo: “mira que bueno que eres, cuanto sabes, como ayudas”. En esos momentos intento buscar dentro de mí y averiguar que me ha impulsado a hacer la acción. ¿El afán de gloria, el reconocimiento o la intención de hacer el bien?
El ego es muy sutil y retorcido, por esta razón he incluído antes el fragmento que habla de como nos afecta hasta cuando creemos hacer cosas buenas.
Por eso también, agradezco los elogios que he recibido, pero preferiría no ofrecerle oportunidades a mi ego para que crezca. Es útil pero al mismo tiempo es un enemigo al que mantener a raya. Decidme solo lo que no os guste. Así puedo intentar mejorar.

martes, 14 de julio de 2009

Los peligros del ego

El ego, por tanto, se define como los incesantes movimientos de aferramiento a una noción ilusoria de «Yo» y «Mio», el yo y lo otro, y a todos los conceptos, ideas, deseos y actividades que sostienen este error. Ese aferramiento es inútil desde el principio y está condenado a la frustración, pues carece de toda base o realidad, y aquello que pretendemos aferrar es por naturaleza inasible. El hecho mismo de que necesitemos aferrarnos y seguir y seguir aferrados demuestra que en lo profundo de nuestro ser sabemos que el yo carece de existencia inherente. De este conocimiento secreto y perturbador brotan todos nuestros temores e inseguridades fundamentales.
Mientras no desenmascaremos al ego, este seguirá engatusándonos como un político deshonesto que no cesa de hacer falsas promesas, como un abogado que inventa constantemente justificaciones y mentiras ingeniosas o como un presentador de televisión que habla sin parar, produciendo una corriente permanente de cháchara melosa y huecamente convincente, que en realidad no dice nada en absoluto.
Vidas enteras de ignorancia nos han llevado a identificar la totalidad de nuestro ser con el ego. Su mayor triunfo es persuadirnos para que creamos que sus intereses y conveniencias son los nuestros, e incluso para que identifiquemos nuestra supervivencia con la suya. La ironía es feroz, si consideramos que es precisamente el ego y su aferramiento lo que se halla en la raíz de todo nuestro sufrimiento. Sin embargo, el ego es tan convincente y hace tanto tiempo que nos tiene engañados que la sola idea de vivir sin el nos aterroriza. Carecer de ego, nos susurra, es perderse la intensa aventura de ser humano, verse reducido a un robot insípido o un vegetal sin cerebro.
El ego se aprovecha con gran maestría de nuestro miedo fundamental a perder el control y a lo desconocido. Así, podemos decirnos: «En verdad tendría que renunciar al ego, me hace sufrir muchísimo, pero si lo hago, ¿que va a ser de mi?»
Y el ego, persuasivo, argumenta: «Ya se que a veces soy un estorbo y créeme que comprendo que quieras prescindir de mi. ¿Pero de veras lo deseas? Piénsalo bien: si me voy, ¿que va a ser de ti? ¿Quien se ocupara de ti? ¿Quien te cuidara y te protegerá como lo he hecho yo todos estos años? »
Aunque fuéramos capaces de advertir las mentiras del ego, nos asusta demasiado abandonarlo. Sin un verdadero conocimiento de la naturaleza de nuestra mente, de nuestra verdadera identidad, no tenemos otra alternativa. Una y otra vez nos rendimos a sus exigencias con la misma tristeza y autodesprecio con que el alcohólico acude a la bebida que sabe que lo esta destruyendo, o el drogadicto a la droga que, tras un breve rato de euforia, lo dejara rendido y desesperado.

EL EGO EN EL CAMINO ESPIRITUAL

El motivo por el cual emprendemos el camino espiritual es para terminar con la grotesca tiranía del ego, pero la capacidad que este posee para encontrar recursos es casi infinita y en cada etapa es capaz de sabotear y abatir nuestro deseo de vernos libres de él. La verdad es sencilla, y las enseñanzas son muy claras, pero, como he podido observar con gran tristeza en numerosas ocasiones, en cuanto empiezan a influir en nosotros y a sensibilizarnos, el ego intenta complicarlas porque sabe que lo amenazan en lo más fundamental.
Al principio, cuando empezamos a sentirnos fascinados por el camino espiritual y todas sus posibilidades, es posible incluso que el ego nos aliente: «Esto es maravilloso; Es justo lo que te conviene! ¡Esta enseñanza es muy sensata! »
Luego, cuando decimos que queremos probar la práctica de la meditación o hacer un retiro, el ego canturrea: « ¡Que gran idea! Sería bueno ir contigo. Los dos podemos aprender algo». Durante el periodo de luna de miel de nuestro desarrollo espiritual, el ego no cesará de estimularnos: «Es maravilloso. Que sorprendente, que enriquecedor... »
Pero en cuanto entramos en el periodo que yo llamo de «fregadero de cocina» del camino espiritual y las enseñanzas empiezan a producir un profundo efecto, es inevitable que nos veamos cara a cara con la verdad de nosotros mismos. Cuando el ego queda al descubierto y se tocan sus puntos sensibles comienzan a surgir toda clase de problemas. Es como si nos pusieran delante un espejo del que no podemos apartar los ojos. El espejo esta absolutamente limpio, pero en el hay un rostro feo e iracundo que nos devuelve la mirada: el nuestro. Empezamos a rebelarnos, porque nos disgusta lo que vemos; incluso es posible que nos volvamos contra el espejo y lo rompamos en pedazos, pero solo conseguiremos que haya cientos de caras feas e idénticas que siguen mirándonos.
Cuando llega ese momento, nos enfurecemos y protestamos amargamente, y ¿donde esta nuestro ego? Montando guardia junto a nosotros, azuzándonos: «Tienes toda la razón, esto es indignante e insoportable. ¡No tienes por que aguantarlo! » Y mientras lo escuchamos cautivados, el ego sigue conjurando todo tipo de dudas y desvaríos emocionales, arrojando leña al fuego: « ¿Todavía no te das cuenta de que esta enseñanza no es para ti? ¡Ya te lo había dicho! ¿No ves que este maestro no te conviene? Después de todo, eres una persona occidental moderna, inteligente y culta, y las doctrines exóticas como el zen, el sufismo, la meditación y el budismo tibetano pertenecen a culturas orientales que nos son ajenas. ¿De que puede servirte a ti una filosofía que nació en el Himalaya hace más de mil años? »
Mientras el ego contempla regocijado como nos enredamos cada vez mas en su telaraña, aprovechará el dolor, la soledad y las dificultades que sufrimos cuando empezamos a conocernos, para culpar a las enseñanzas e incluso al maestro: « A estos gurús no les importa nada lo que pueda pasarte. Solo quieren explotarte. Utilizan palabras como «compasión» y «devoción» para que caigas en su poder.. »
El ego es tan inteligente que puede distorsionar las enseñanzas para sus propios fines; después de todo, «el diablo puede citar las escrituras para su provecho». El arma suprema del ego consiste en señalar hipócritamente con el dedo al maestro y a sus seguidores y denunciarlos: «¡Por lo que se ve, aquí no hay nadie que viva siguiendo la verdad de las enseñanzas!» De esta manera, el ego se erige en árbitro de la rectitud y de todo comportamiento, la posición más astuta para minar toda tu confianza y erosionar toda la devoción y tu compromiso hacia la transformación espiritual que puedas tener.
Sin embargo, por mucho que se esfuerce el ego en sabotear el camino espiritual, si nos mantenemos con firmeza en él y trabajamos profundamente en la práctica de la meditación, poco a poco descubriremos hasta que punto nos embaucaba el ego con sus promesas, con sus falsas expectativas y sus falsos temores. Poco a poco comprenderemos que tanto la expectativa como el miedo son enemigos de nuestra paz mental: las expectativas nos engañan y nos dejan vacíos, decepcionados, y los temores nos paralizan en la estrecha celda de una falsa identidad. Asimismo, empezamos a darnos cuenta de cuan absoluto ha sido el dominio del ego sobre nuestra mente y, en el espacio de libertad abierto por la meditación, cuando nos encontramos momentáneamente liberados del aferramiento, vislumbramos la vivificante espaciosidad de nuestra verdadera naturaleza. Advertimos que el ego, a la manera de un timador chiflado, nos ha estado estafando durante muchos años con proyectos, planes y promesas que nunca han sido reales y solo nos han llevado a la quiebra interior. Cuando en la ecuanimidad de la meditación nos damos cuenta de ello, sin ningún consuelo ni deseo de ocultar lo que hemos descubierto, todos los planes y proyectos se revelan vanos y empiezan a desmoronarse.
No es un proceso puramente destructivo, porque junto a una constatación muy precisa y a veces dolorosa de la naturaleza fraudulenta y casi criminal de nuestro ego y del de todo el mundo, se desarrollan una sensación de amplitud interior, un conocimiento directo de la «ausencia de ego» y la interdependencia de todas las cosas, y ese humor vivo y generoso que es el rasgo característico de la libertad.
Dado que aprendemos a simplificar nuestra vida por medio de la disciplina, reduciendo así las posibilidades de que el ego nos seduzca, y dado que practicamos la atención de la meditación, que ha hecho disminuir el poder de la agresividad, el aferramiento y la negatividad en todo nuestro ser, la sabiduría de la introspección profunda puede alborear lentamente en nosotros. Y bajo su luz reveladora, esa introspección nos mostrará de un modo nítido y directo los procesos más sutiles de nuestra mente y la naturaleza de la realidad.

EL GUIA SABIO

Dos personas han vivido en ti durante toda tu vida. Una es el ego, parlanchín, exigente, histérico, calculador; la otra es tu ser espiritual oculto, cuya queda voz de sabiduría rara vez has oído o atendido. A medida que vayas escuchando cada vez más las enseñanzas, las contemples y las integres en tu propia vida, tu voz interior, tu sabiduría innata de discernimiento, que en budismo denominamos «percepción selectiva», despertara y se fortalecerá, y empezaras a distinguir entre su guía y las diversas, clamorosas y cautivadoras voces del ego. Volverá a ti el recuerdo de tu verdadera naturaleza, con todo su esplendor y confianza.
Comprobaras, en realidad, que has puesto al descubierto en ti mismo tu propio guía sabio.


Fragmento de “El libro tibetano de la vida y la muerte” de Sogyal Rimpoché (Ediciones Urano)

viernes, 10 de julio de 2009

Marian me pincha

Marian me pincha: tienes que compartir, escribe, cuenta, comparte, pues tus experiencias ayudan a los demás a entender, a comprender que cambios se desarrollan en nuestro interior modificando nuestro exterior.
A mí, francamente, me parece que no tiene nada de especial lo que me pasa y lo que hago. Que en realidad no me cuesta grandes esfuerzos y que los hago con ilusión buscando mejorar. No tengo el don de la oratoria, y la palabra escrita no fluye con la soltura que muestra Mercedes no estoy de acuerdo, pero a pesar de todo, karma yoga obliga y ahora debo dar. Debo dar porque mi vida no me pertenece por entero. Entendámonos, nunca nos pertenece pero en mi caso es más cierto o más evidente para mí.
¿Cómo explicar como hechos concretos lo que no son sino una larga cadena de pequeñas cuentas unidas por el hilo del yoga?
Mi vida, totalmente inmersa en esta nuestra sociedad de consumo, tuvo un brutal frenazo con un cáncer. Cáncer de pulmón, de los peores, con tan alta mortalidad, como he sabido después, que la tasa de supervivencia en mi estado era de alrededor del 7%; uno de cada 14 se salva. Por tanto, puedo decir que estoy viviendo mi segunda vida y debo decidir que quiero hacer con ella. Si me ha sido dada esta segunda oportunidad es porque tengo una misión que hacer. Pocas veces tenemos la oportunidad de cambiar radicalmente nuestra forma de vida y son menos aún las que lo hacemos. Digo cambio radical que no instantáneo. El cambio se va produciendo poco a poco porque tarda mucho una idea en penetrar y arraigar en nuestro ser. Hasta que no florece con vida propia en nuestro interior no da su fruto. Antes, es solo una idea que nuestra mente trata de mantener presente, no un sentimiento que sale de nuestro interior más allá de la mente.
Cuando llegué esta semana a la revisión oncológica tenía una larga lista de males que exponer a la Dra. Pallarés, entrañable personaje que me ha demostrado un interés y un cariño mucho más allá de lo profesional. Quería hablarle de tantos dolores, de cómo cada día es mayor el esfuerzo para seguir adelante, de cuan pesada es la carga que te dobla la espalda, de cómo cuesta llenar mi solitario pulmón, de que empinadas son las subidas y cuan altos los escalones, de que poca energía sale de mí interior. Tras los saludos me quite la camisa para la revisión y ella empezó a explicarle a la residente lo bien que estaba mi espalda, el aspecto tan bueno que presentaba y como a pesar de la escoliosis, lordosis y demás secuelas inevitables, mi aspecto era asombroso. Me sentí desarmado y como pillado en una mentira.
¿Pero como es posible? Pensé. Me he quedado sin aire, sin voz, con la tiroides chamuscada, con los dos meniscos operados, con una hernia lumbar. He pasado una trombosis subclavia que ha estado cerca de tomar el camino de la carótida, una pericarditis hace solo cuatro meses que me ha llenado de agua hasta cerca del colapso y demás cosas menores y mi aspecto es ¿¡asombroso!?.
Le pregunté: ¿Qué más secuelas puedo esperar que me pasen?
Me contestó: No lo sabemos con certeza, no hay bibliografía. No se da casi el caso de gente que sobreviva más allá de cinco años. El tuyo es un caso de artesanía. Hicimos las cosas al revés de lo normal y en cada paso que dábamos, la fortuna nos sonreía. Tendrías que ver lo mal que están otros que tienen situaciones parecidas para darte cuenta de la diferencia y además, sabiendo que no están curados y en cualquier momento puede suceder lo irreparable.
Aunque ya lo sabía de otras veces, salí de allí muy impresionado y me puse a pensar en lo que me había llevado hasta mi situación actual. Comprendí que la cara y el cuerpo son el espejo del alma y que en mi interior algo grande está ocurriendo. Algo de lo que no soy el único responsable ni conozco su alcance enteramente. Algo que está guiando mis pasos en la dirección adecuada desde hace años. Sin duda pagué un muy alto precio por mi vida anterior, pero debía haber una partida de crédito futuro ya que desde esa enfermedad, todo cuanto he querido lo le alcanzado. Debo aclarar que no he querido cosas indebidas. Comprendí que el trabajo en la empresa que tenía con mi socio me estaba consumiendo y lo dejé. Le vendí mi parte y acepté la jubilación de la Seguridad Social. Tenía mucho menos dinero pero podía pensar en mí. Mí cuerpo precisaba de más atención y así lo hice. Durante una buena temporada trabajé desde casa para sentirme mínimamente activo a la vez que intensificaba mi trabajo en DIR. Rosa, mi esposa, llevaba años aconsejándome que probara el yoga pero fue entonces cuando llegó el momento. Mi momento coincidió en el tiempo con Marian ya que la primera clase de Marian en DIR era mi tercera clase de yoga. Virgo los dos, acabábamos de cumplir años con dos días de diferencia. Cuando surge la necesidad de aprender, aparece el maestro. Con él aprendí a ir más allá de la mera postura. Recuerdo sus parrafadas, su esfuerzo por transmitir la esencia que se esconde detrás de cada ásana. Ese esfuerzo conectó con mi necesidad de buscar respuestas. Nunca se lo agradeceré bastante, pues él me señaló el camino. Hasta entonces era un buscar a tientas; desde entonces la ruta estuvo trazada.
Esta introducción tan larga es solo para situaros en el punto de partida sabiendo de donde venía. Ahora es cuando el camino en si empieza.
Los dos primeros escalones que hay que recorrer en el camino del yoga: Yama y Niyama, los estudié y comenté, los practiqué y trabajé con un grupo de amigos tan fantástico que su huella no se borrará nunca en mí recuerdo. El trabajo que hicimos no fue aprender sus nombres, fue incorporarlos a nuestra vida, interiorizarlos, y cuando nos reuníamos, comentábamos lo que sentíamos y como lo vivíamos. Cuando ahora hablábamos de yama y niyama en el seminario en Les Eres me daba cuenta de hasta que punto esta semilla ha florecido con vida propia en mi interior y como está dando ya su fruto. Hay tantos ejemplos que me vienen a la cabeza de ese trabajo. Me han enseñado tanto todos y cada uno de los componentes. Me parecía que yo era el más atrasado y menos dotado y sigo viéndome así, pero ahora sé que no es cierto pues esa impresión, me la da la certeza de que hay tanto que desconozco todavía. Con ellos aprendí a distinguir entre lo que es cierto y lo que nos venden como cierto, a descubrir que es lo auténtico y que es el engaño de Maya, de donde viene el sufrimiento y como minimizarlo. El significado de devoción, entrega, trabajo, amor, rectitud, sabiduría…
También aprendí que todo tiene principio y fin, que los caminos se acercan, discurren paralelos un tiempo y que luego se separan, y que así debe ser. Aparigraha en las relaciones, dejar ir a los que toman otro rumbo y de la misma forma aceptar a los que llegan. Hicimos Tapas variados y con Marian estudiamos el Bhagavad Guita. El trabajo personal es mucho más íntimo y no tiene espectadores, pero es básico para experimentar y sentir. En este punto del camino, hay que echar mano por igual de las emociones y los sentimientos, del corazón y de la razón. La mente es la herramienta con la que trabajamos en nuestra alma para que ésta a su vez modifique nuestros pensamientos. “Lo que tiene forma da forma a lo que no la tiene, y a su vez, lo que no tiene forma da forma a lo que si la tiene”.
Todas estas cosas han creado un nuevo modo de ver las cosas, una forma de vivir las relaciones, una manera de actuar, un sistema de estudiar el porque de las cosas. Ves claro a pesar de tener muchas incógnitas en la mente.
A causa de mi enfermedad he tenido que reaprender a moverme, a hablar, a encontrar mi ritmo, a respirar como en permanente Pranayama. Pero es que además ahora lo he reaprendido en yoga. No voy a clase de yoga, vivo yoga. Mi trabajo es estar presente, no mentir, ser honesto, no desear más de lo que me toca, dar a los demás, amar, no ser violento, esforzarme, escucharme y conocerme, estar muy presente en la respiración, estudiar y aprender y sobre todo, dar gracias a Dios por este privilegio.
Con todo este bagaje, mi camino es sereno, estoy en paz. Mi trabajo, tan insignificante como lo veo, da unos frutos que, acaso por cercanía, no alcanzo a ver y me tienen que recordar los que si pueden comparar lo que había con lo que ven.
Por eso, como decía en Les Eres, cada noche antes de dormirme, medito en lo que ha sido el día y le pido a Dios solo eso, FE para seguir trabajando y a cambio le ofrezco ese esfuerzo. ¿Acaso no he de estar feliz y agradecido viendo adonde he llegado?