viernes, 10 de julio de 2009

Marian me pincha

Marian me pincha: tienes que compartir, escribe, cuenta, comparte, pues tus experiencias ayudan a los demás a entender, a comprender que cambios se desarrollan en nuestro interior modificando nuestro exterior.
A mí, francamente, me parece que no tiene nada de especial lo que me pasa y lo que hago. Que en realidad no me cuesta grandes esfuerzos y que los hago con ilusión buscando mejorar. No tengo el don de la oratoria, y la palabra escrita no fluye con la soltura que muestra Mercedes no estoy de acuerdo, pero a pesar de todo, karma yoga obliga y ahora debo dar. Debo dar porque mi vida no me pertenece por entero. Entendámonos, nunca nos pertenece pero en mi caso es más cierto o más evidente para mí.
¿Cómo explicar como hechos concretos lo que no son sino una larga cadena de pequeñas cuentas unidas por el hilo del yoga?
Mi vida, totalmente inmersa en esta nuestra sociedad de consumo, tuvo un brutal frenazo con un cáncer. Cáncer de pulmón, de los peores, con tan alta mortalidad, como he sabido después, que la tasa de supervivencia en mi estado era de alrededor del 7%; uno de cada 14 se salva. Por tanto, puedo decir que estoy viviendo mi segunda vida y debo decidir que quiero hacer con ella. Si me ha sido dada esta segunda oportunidad es porque tengo una misión que hacer. Pocas veces tenemos la oportunidad de cambiar radicalmente nuestra forma de vida y son menos aún las que lo hacemos. Digo cambio radical que no instantáneo. El cambio se va produciendo poco a poco porque tarda mucho una idea en penetrar y arraigar en nuestro ser. Hasta que no florece con vida propia en nuestro interior no da su fruto. Antes, es solo una idea que nuestra mente trata de mantener presente, no un sentimiento que sale de nuestro interior más allá de la mente.
Cuando llegué esta semana a la revisión oncológica tenía una larga lista de males que exponer a la Dra. Pallarés, entrañable personaje que me ha demostrado un interés y un cariño mucho más allá de lo profesional. Quería hablarle de tantos dolores, de cómo cada día es mayor el esfuerzo para seguir adelante, de cuan pesada es la carga que te dobla la espalda, de cómo cuesta llenar mi solitario pulmón, de que empinadas son las subidas y cuan altos los escalones, de que poca energía sale de mí interior. Tras los saludos me quite la camisa para la revisión y ella empezó a explicarle a la residente lo bien que estaba mi espalda, el aspecto tan bueno que presentaba y como a pesar de la escoliosis, lordosis y demás secuelas inevitables, mi aspecto era asombroso. Me sentí desarmado y como pillado en una mentira.
¿Pero como es posible? Pensé. Me he quedado sin aire, sin voz, con la tiroides chamuscada, con los dos meniscos operados, con una hernia lumbar. He pasado una trombosis subclavia que ha estado cerca de tomar el camino de la carótida, una pericarditis hace solo cuatro meses que me ha llenado de agua hasta cerca del colapso y demás cosas menores y mi aspecto es ¿¡asombroso!?.
Le pregunté: ¿Qué más secuelas puedo esperar que me pasen?
Me contestó: No lo sabemos con certeza, no hay bibliografía. No se da casi el caso de gente que sobreviva más allá de cinco años. El tuyo es un caso de artesanía. Hicimos las cosas al revés de lo normal y en cada paso que dábamos, la fortuna nos sonreía. Tendrías que ver lo mal que están otros que tienen situaciones parecidas para darte cuenta de la diferencia y además, sabiendo que no están curados y en cualquier momento puede suceder lo irreparable.
Aunque ya lo sabía de otras veces, salí de allí muy impresionado y me puse a pensar en lo que me había llevado hasta mi situación actual. Comprendí que la cara y el cuerpo son el espejo del alma y que en mi interior algo grande está ocurriendo. Algo de lo que no soy el único responsable ni conozco su alcance enteramente. Algo que está guiando mis pasos en la dirección adecuada desde hace años. Sin duda pagué un muy alto precio por mi vida anterior, pero debía haber una partida de crédito futuro ya que desde esa enfermedad, todo cuanto he querido lo le alcanzado. Debo aclarar que no he querido cosas indebidas. Comprendí que el trabajo en la empresa que tenía con mi socio me estaba consumiendo y lo dejé. Le vendí mi parte y acepté la jubilación de la Seguridad Social. Tenía mucho menos dinero pero podía pensar en mí. Mí cuerpo precisaba de más atención y así lo hice. Durante una buena temporada trabajé desde casa para sentirme mínimamente activo a la vez que intensificaba mi trabajo en DIR. Rosa, mi esposa, llevaba años aconsejándome que probara el yoga pero fue entonces cuando llegó el momento. Mi momento coincidió en el tiempo con Marian ya que la primera clase de Marian en DIR era mi tercera clase de yoga. Virgo los dos, acabábamos de cumplir años con dos días de diferencia. Cuando surge la necesidad de aprender, aparece el maestro. Con él aprendí a ir más allá de la mera postura. Recuerdo sus parrafadas, su esfuerzo por transmitir la esencia que se esconde detrás de cada ásana. Ese esfuerzo conectó con mi necesidad de buscar respuestas. Nunca se lo agradeceré bastante, pues él me señaló el camino. Hasta entonces era un buscar a tientas; desde entonces la ruta estuvo trazada.
Esta introducción tan larga es solo para situaros en el punto de partida sabiendo de donde venía. Ahora es cuando el camino en si empieza.
Los dos primeros escalones que hay que recorrer en el camino del yoga: Yama y Niyama, los estudié y comenté, los practiqué y trabajé con un grupo de amigos tan fantástico que su huella no se borrará nunca en mí recuerdo. El trabajo que hicimos no fue aprender sus nombres, fue incorporarlos a nuestra vida, interiorizarlos, y cuando nos reuníamos, comentábamos lo que sentíamos y como lo vivíamos. Cuando ahora hablábamos de yama y niyama en el seminario en Les Eres me daba cuenta de hasta que punto esta semilla ha florecido con vida propia en mi interior y como está dando ya su fruto. Hay tantos ejemplos que me vienen a la cabeza de ese trabajo. Me han enseñado tanto todos y cada uno de los componentes. Me parecía que yo era el más atrasado y menos dotado y sigo viéndome así, pero ahora sé que no es cierto pues esa impresión, me la da la certeza de que hay tanto que desconozco todavía. Con ellos aprendí a distinguir entre lo que es cierto y lo que nos venden como cierto, a descubrir que es lo auténtico y que es el engaño de Maya, de donde viene el sufrimiento y como minimizarlo. El significado de devoción, entrega, trabajo, amor, rectitud, sabiduría…
También aprendí que todo tiene principio y fin, que los caminos se acercan, discurren paralelos un tiempo y que luego se separan, y que así debe ser. Aparigraha en las relaciones, dejar ir a los que toman otro rumbo y de la misma forma aceptar a los que llegan. Hicimos Tapas variados y con Marian estudiamos el Bhagavad Guita. El trabajo personal es mucho más íntimo y no tiene espectadores, pero es básico para experimentar y sentir. En este punto del camino, hay que echar mano por igual de las emociones y los sentimientos, del corazón y de la razón. La mente es la herramienta con la que trabajamos en nuestra alma para que ésta a su vez modifique nuestros pensamientos. “Lo que tiene forma da forma a lo que no la tiene, y a su vez, lo que no tiene forma da forma a lo que si la tiene”.
Todas estas cosas han creado un nuevo modo de ver las cosas, una forma de vivir las relaciones, una manera de actuar, un sistema de estudiar el porque de las cosas. Ves claro a pesar de tener muchas incógnitas en la mente.
A causa de mi enfermedad he tenido que reaprender a moverme, a hablar, a encontrar mi ritmo, a respirar como en permanente Pranayama. Pero es que además ahora lo he reaprendido en yoga. No voy a clase de yoga, vivo yoga. Mi trabajo es estar presente, no mentir, ser honesto, no desear más de lo que me toca, dar a los demás, amar, no ser violento, esforzarme, escucharme y conocerme, estar muy presente en la respiración, estudiar y aprender y sobre todo, dar gracias a Dios por este privilegio.
Con todo este bagaje, mi camino es sereno, estoy en paz. Mi trabajo, tan insignificante como lo veo, da unos frutos que, acaso por cercanía, no alcanzo a ver y me tienen que recordar los que si pueden comparar lo que había con lo que ven.
Por eso, como decía en Les Eres, cada noche antes de dormirme, medito en lo que ha sido el día y le pido a Dios solo eso, FE para seguir trabajando y a cambio le ofrezco ese esfuerzo. ¿Acaso no he de estar feliz y agradecido viendo adonde he llegado?

6 comentarios:

Mercedes Thepinkant dijo...

No puedo hablar. Se me ha hecho un nudo en la garganta. Pero sí que puedo escribir. Es admirable y un ejemplo a seguir porque aunque cada uno tenga su propio camino individual necesitamos saber que otros lo estan recorriendo también. Sí que se puede aprender de los demás. Me siento muy afortunada de tenerte cerca. Gracias Joseph por compartirlo.

Sergio Pueyo dijo...

La vida es un largo camino por explorar, vivir, compartir, disfrutar y aprender, no tiene fin ni límites, los límites los marcamos nosotros, a nuestro pesar. Cada momento nos lleva a otro mas maduro y elevado por lo que la evolución es necesaria y sutil. Compartir vuestros avances siempre que podais. Namasté Josep.

pilar benabarre dijo...

T'ho vaig agrair a Les Eres, t'ho torno a agrair aquí. Les teves paraules, sortides del cor, em van impactar, i ara me les torno a trobar i m'han tornat a remoure, i ....les podre llegir quan vulgui!!!!!! quin regal!!!. Em sento molt afortunada de poder compartir amb vosaltres moments, vivències, camins, experiències..
Gràcies de nou Josep, Marian i companys "yoguis" dels Dir.

Khanda dijo...

¡Para no tener el don de la palabra, aturdes con tu elocuencia¡
Es curioso, como a veces, y salvando las distancias y el movimiento que surge de ellas, uno se encuentra más cercano a otras realidades de lo que piensa.

Siempre consigues emocionar y ese es un gran talento y un regalo para los demás, encorsetados como estamos en nuestras fronteras

Khanda dijo...

Leo una y otra vez tus palabras. No hay prácticamente un día que no lo haga. Leerte me hace esforzarme en querer, a mi manera, seguir tu ejemplo. Pero no lo consigo, me siento indigna de la confianza que has depositado en mí, contándome tus peleas diarias.

Me siento pequeña y mezquina, incapaz de ejercer continuamente la filosofía yóguica. A veces, cuando me acuerdo y tengo un buen día, sí. La mayor parte de las veces, anda por ahí sumergida entre los sofocos del verano y de la vida diaria. Me molesta ser tan débil, esta falta de voluntad que tanto me cabrea.

Pienso a menudo también en tus palabras de aquel fin de semana que pasamos juntos. No consigo alegrarme por la muerte de mi padre, todo lo contrario. Me ha dejado tan sola su muerte. La suya y la de mi pareja, que de otra manera, también se ha ido. Dos huecos inmensos que no consigo llenar, no importa lo mucho que lo intente….

Sólo quería decirte que yo, por la vida, sólo voy a trompicones. Y raramente, en línea recta. Pero es bueno saber que alguien consigue imponerse su propio andar.

Sergio Pueyo dijo...

Mercedes, todos somos igual de pequeños si cabe ante los avatares diarios. La vida nos trata de manera cruel e indiscriminada en diferentes aspectos, muchas veces sin juzgar si la carga que llevamos es ya mas que suficiente y parece que muchas veces se burle de nosotros, pero debemos superar estas grandes contrariedades o tristezas, o almenos intentarlo cada día, con lo que será suficiente y comienzo de una gran evolución interna por mas dificil que nos parezca.Hay una explicaión kármica detrás de cada lección que debemos aprender y está en nuestras manos el esfuerzo y no en el exterior.El maestro vendrá cuando estemos preparados para aprender. Todos somos héroes al seguir hacia delante cuando las cosas se ponen muy feas. Eso merece la pena, nuestro esfuerzo y ayuda a los demas, nuestra superación personal y colectiva. Juntos crecemos mas y superamos cada día retos mas difíciles, así que por complicado que parezca, ánimo y adelante porque: SI PUEDES. Tu misma pondrás los límites y si crees que puedes, realmente, podrás con todo. Así que mucha fuerza interior para todos y mejoremos día a día nuestro mundo alrededor. Un abrazo a todos con mucho afecto y amor.